No siempre el mejor estudiante obtiene los mejores rendimientos en sus relaciones sociales, versus otras personas que, en apariencia, han sido menos brillantes en su desempeño académico. ¿Cómo se determina ese nivel de lo que se nombra como inteligencia? Esta misma pregunta se la han formulado gran cantidad de investigadores desde hace miles de años. En 1850, el ilustre científico Paul Broca creyó que la inteligencia del individuo se podía definir como directamente proporcional al tamaño del cráneo. Sin embargo, en 1904, el psicólogo y pedagogo francés Alfred Binet, en colaboración con Theodore Simon, elaboró el primer test para medirla. Desde entonces, el cociente o coeficiente intelectual (CI en español o IQ en inglés) ha sido utilizado en muchos países del mundo para determinar las habilidades cognitivas de una persona. Este test se basa en preguntas estandarizadas cuyas respuestas se comparan con las de personas de la misma edad aproximadamente, usando la siguiente fórmula: (edad mental/edad cronológica) X 100. Quienes tengan un resultado por encima de 100 se considera que tienen una inteligencia mayor.
No obstante -como llegó a demostrarse posteriormente-, este no es un parámetro fidedigno para asegurar el buen desempeño de los individuos en los diferentes roles sociales ni en sus relaciones con los demás. Hay un elemento que se ha venido estudiando mucho en las últimas décadas, y es la inteligencia emocional, sin la cual no es posible entender cabalmente al ser humano en la utilización de todas sus potencialidades. Fue precisamente Daniel Goleman, psicólogo norteamericano, quien en compañía de múltiples investigadores alrededor del mundo, ha venido impulsando la importancia de que el ser humano debe aprender a gestionar de manera adecuada sus emociones, y no solo concentrarse en las habilidades tradicionales. Ellos han llegado a la conclusión de que las personas emocionalmente desarrolladas, es decir que gobiernan adecuadamente sus sentimientos y reconocen los de los demás, no solo son más empáticas, sino que tienen ventaja competitiva en todos los ámbitos de la vida, con respecto a quienes no han trabajado en esta habilidad.
¿Los conceptos mencionados se pueden aplicar para entender el comportamiento de muchos colombianos -o por lo menos para acercarse comprensivamente a él? Estoy seguro de que nos pueden dar algunas luces sobre las formas de relación predominantes no solo en personas, sino en grupos poblacionales que viven trenzados en disputas a causa de la gran cantidad de información a que son sometidos y que muchas veces desbordan su capacidad para hacer una gestión adecuada.
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